
Un jefe de estado es la máxima autoridad de un país, que representa a su pueblo y defiende sus intereses. Por eso, se espera que tenga una visión amplia y equilibrada de la realidad mundial, que respete los principios de la democracia, los derechos humanos y el derecho internacional, y que promueva la paz y la cooperación entre las naciones.
Sin embargo, no siempre es así. A veces, algunos jefes de estado muestran una actitud incoherente e imparcial, que depende de su ideología política, de sus intereses económicos o de sus alianzas estratégicas. Esto puede generar contradicciones, hipocresía y dobles raseros, que afectan la credibilidad y la legitimidad de su liderazgo.
¿Qué significa ser coherente e imparcial?
Ser coherente e imparcial significa tener un criterio consistente y objetivo para evaluar y actuar frente a las diferentes situaciones que se presentan en el mundo. Implica reconocer los hechos tal como son, sin distorsionarlos ni manipularlos según la conveniencia. También implica aplicar los mismos principios y valores a todos los casos, sin hacer excepciones ni discriminaciones.
Ser coherente e imparcial no significa ser neutral o indiferente. Al contrario, significa tener una posición clara y firme, basada en el respeto a la dignidad humana, a la soberanía de los pueblos y a la solución pacífica de los conflictos. Significa condenar toda forma de violencia, opresión e injusticia, sin importar quién la ejerza o quién la sufra.
¿Por qué es importante ser coherente e imparcial?
Ser coherente e imparcial es importante por varias razones:
- Es una cuestión de ética y responsabilidad. Un jefe de estado tiene el deber moral de actuar con honestidad, integridad y transparencia, y de rendir cuentas ante su pueblo y ante la comunidad internacional.
- Es una cuestión de coherencia y credibilidad. Un jefe de estado debe ser consecuente con lo que dice y lo que hace, y con lo que exige y lo que ofrece. De lo contrario, perderá la confianza y el respeto de sus ciudadanos y de sus pares.
- Es una cuestión de justicia y equidad. Un jefe de estado debe defender los derechos humanos y el derecho internacional, sin hacer distinciones ni privilegios. De lo contrario, contribuirá a perpetuar las desigualdades y las violaciones que existen en el mundo.
- Es una cuestión de paz y seguridad. Un jefe de estado debe promover el diálogo y la cooperación entre las naciones, sin fomentar el odio ni el conflicto. De lo contrario, pondrá en riesgo la estabilidad y el bienestar de su país y del planeta.
¿Qué ejemplos hay de incoherencia e imparcialidad?
Hay muchos ejemplos de incoherencia e imparcialidad en la historia y en la actualidad. Algunos de ellos son:
- Condenar la guerra en Israel por la guerra contra Hamas y callar frente a lo que hace Rusia, Venezuela y otros tantos países que violan derechos humanos. Esto demuestra una falta de objetividad y una doble moral, que depende del interés político o económico que se tenga en cada caso.
- Apoyar a los rebeldes sirios contra el régimen de Bashar al-Assad y rechazar a los rebeldes venezolanos contra el régimen de Nicolás Maduro. Esto demuestra una falta de consistencia y una doble vara, que depende del aliado o del enemigo que se tenga en cada caso.
- Criticar a China por su represión en Hong Kong y Xinjiang y silenciar a Estados Unidos por su violencia policial y racial. Esto demuestra una falta de equidad y una doble cara, que depende del poder o del prestigio que se tenga en cada caso.
¿Cómo se puede ser más coherente e imparcial?
Para ser más coherente e imparcial, se puede seguir estos consejos:
- Informarse bien sobre los hechos, las causas y las consecuencias de cada situación, sin dejarse llevar por los prejuicios, los estereotipos o las falsas noticias. Buscar fuentes confiables y diversas, que ofrezcan diferentes puntos de vista y análisis.
- Reflexionar sobre los principios y valores que se quieren defender, sin caer en el dogmatismo, el fanatismo o el relativismo. Reconocer los propios errores y limitaciones, y estar dispuesto a aprender y a cambiar de opinión cuando sea necesario.
- Dialogar con respeto y tolerancia con las personas que piensan diferente, sin imponer ni descalificar. Escuchar con atención y empatía, y buscar puntos en común y soluciones pacíficas.
- Actuar con coherencia y responsabilidad, asumiendo las consecuencias de las propias decisiones y acciones. Ser transparente y rendir cuentas ante el pueblo y ante la comunidad internacional.
Conclusión:
Un jefe de estado debe ser coherente e imparcial, porque así demuestra su ética, su credibilidad, su justicia y su compromiso con la paz. Ser coherente e imparcial no es fácil, pero es posible si se tiene una visión amplia y equilibrada del mundo, si se respeta la dignidad humana y el derecho internacional, y si se promueve el diálogo y la cooperación entre las naciones.