¿Por qué la coherencia e imparcialidad son esenciales para un jefe de estado?

Imagen del expresidente de Uruguay José Mujica ante la ONU.

Un jefe de estado es la máxima autoridad de un país, que representa a su pueblo y defiende sus intereses. Por eso, se espera que tenga una visión amplia y equilibrada de la realidad mundial, que respete los principios de la democracia, los derechos humanos y el derecho internacional, y que promueva la paz y la cooperación entre las naciones.

Sin embargo, no siempre es así. A veces, algunos jefes de estado muestran una actitud incoherente e imparcial, que depende de su ideología política, de sus intereses económicos o de sus alianzas estratégicas. Esto puede generar contradicciones, hipocresía y dobles raseros, que afectan la credibilidad y la legitimidad de su liderazgo.

¿Qué significa ser coherente e imparcial?

Ser coherente e imparcial significa tener un criterio consistente y objetivo para evaluar y actuar frente a las diferentes situaciones que se presentan en el mundo. Implica reconocer los hechos tal como son, sin distorsionarlos ni manipularlos según la conveniencia. También implica aplicar los mismos principios y valores a todos los casos, sin hacer excepciones ni discriminaciones.

Ser coherente e imparcial no significa ser neutral o indiferente. Al contrario, significa tener una posición clara y firme, basada en el respeto a la dignidad humana, a la soberanía de los pueblos y a la solución pacífica de los conflictos. Significa condenar toda forma de violencia, opresión e injusticia, sin importar quién la ejerza o quién la sufra.

¿Por qué es importante ser coherente e imparcial?

Ser coherente e imparcial es importante por varias razones:

  • Es una cuestión de ética y responsabilidad. Un jefe de estado tiene el deber moral de actuar con honestidad, integridad y transparencia, y de rendir cuentas ante su pueblo y ante la comunidad internacional.
  • Es una cuestión de coherencia y credibilidad. Un jefe de estado debe ser consecuente con lo que dice y lo que hace, y con lo que exige y lo que ofrece. De lo contrario, perderá la confianza y el respeto de sus ciudadanos y de sus pares.
  • Es una cuestión de justicia y equidad. Un jefe de estado debe defender los derechos humanos y el derecho internacional, sin hacer distinciones ni privilegios. De lo contrario, contribuirá a perpetuar las desigualdades y las violaciones que existen en el mundo.
  • Es una cuestión de paz y seguridad. Un jefe de estado debe promover el diálogo y la cooperación entre las naciones, sin fomentar el odio ni el conflicto. De lo contrario, pondrá en riesgo la estabilidad y el bienestar de su país y del planeta.

¿Qué ejemplos hay de incoherencia e imparcialidad?

Hay muchos ejemplos de incoherencia e imparcialidad en la historia y en la actualidad. Algunos de ellos son:

  • Condenar la guerra en Israel por la guerra contra Hamas y callar frente a lo que hace Rusia, Venezuela y otros tantos países que violan derechos humanos. Esto demuestra una falta de objetividad y una doble moral, que depende del interés político o económico que se tenga en cada caso.
  • Apoyar a los rebeldes sirios contra el régimen de Bashar al-Assad y rechazar a los rebeldes venezolanos contra el régimen de Nicolás Maduro. Esto demuestra una falta de consistencia y una doble vara, que depende del aliado o del enemigo que se tenga en cada caso.
  • Criticar a China por su represión en Hong Kong y Xinjiang y silenciar a Estados Unidos por su violencia policial y racial. Esto demuestra una falta de equidad y una doble cara, que depende del poder o del prestigio que se tenga en cada caso.

¿Cómo se puede ser más coherente e imparcial?

Para ser más coherente e imparcial, se puede seguir estos consejos:

  • Informarse bien sobre los hechos, las causas y las consecuencias de cada situación, sin dejarse llevar por los prejuicios, los estereotipos o las falsas noticias. Buscar fuentes confiables y diversas, que ofrezcan diferentes puntos de vista y análisis.
  • Reflexionar sobre los principios y valores que se quieren defender, sin caer en el dogmatismo, el fanatismo o el relativismo. Reconocer los propios errores y limitaciones, y estar dispuesto a aprender y a cambiar de opinión cuando sea necesario.
  • Dialogar con respeto y tolerancia con las personas que piensan diferente, sin imponer ni descalificar. Escuchar con atención y empatía, y buscar puntos en común y soluciones pacíficas.
  • Actuar con coherencia y responsabilidad, asumiendo las consecuencias de las propias decisiones y acciones. Ser transparente y rendir cuentas ante el pueblo y ante la comunidad internacional.

Conclusión:

Un jefe de estado debe ser coherente e imparcial, porque así demuestra su ética, su credibilidad, su justicia y su compromiso con la paz. Ser coherente e imparcial no es fácil, pero es posible si se tiene una visión amplia y equilibrada del mundo, si se respeta la dignidad humana y el derecho internacional, y si se promueve el diálogo y la cooperación entre las naciones.

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