Pema Chödron, cuando todo se derrumba, PDF

Cada persona tiene una gran responsabilidad en esta vida. De algo si podemos estar completamente seguros, y es que solo tenemos una vida, de ahí el gran compromiso. En todo el mundo la gente está tan ocupada corriendo de aquí para allá que olvidan disfrutar de la belleza que les rodea. Estamos tan acostumbrados a huir ciegamente hacia adelante que nos robamos los momentos de alegría.

El miedo es una experiencia universal

Embarcarse en el camino espiritual es como meterse en un bote muy pequeño y aventurarse en el océano en busca de tierras desconocidas. Cuando practicamos de todo corazón nos sentimos inspirados, pero antes o después acabamos encontrándonos con el miedo. Pensamos que al llegar al horizonte estaremos en el fin del mundo y nos caeremos al vacío. Como todo explorador, nos sentimos atraídos a descubrir lo que nos está esperando ahí fuera, sin saber aún si tendremos el valor necesario para hacerle frente.

El miedo es una experiencia universal; lo sienten hasta los insectos más pequeños. Cuando vamos chapoteando entre los charcos que quedan tras la bajada de la marea y acercamos el dedo a los cuerpos suaves y abiertos de las anémonas, podemos ver cómo se cierran. Lo mismo les ocurre espontáneamente a todos los demás animales.

Sentir miedo cuando nos enfrentamos a lo desconocido no es algo terrible; más bien es una parte integral del hecho de estar vivos y que todos compartimos. Reaccionamos ante la posibilidad de encontrarnos con la soledad, con la muerte, ante la posibilidad de no tener nada a lo que agarrarnos. El miedo es una reacción natural al acercarse a la verdad.

El hecho de sentirse fuera de sitio, en un estado de descentramiento

La vida es un buen maestro y un buen amigo. Con sólo que podamos darnos cuenta de ello, vemos que las cosas están siempre en transición. Nada sucede al gusto de nuestros sueños. El hecho de sentirse fuera de sitio, en un estado de descentramiento, es una situación ideal, una situación en la que ya no permanecemos atrapados y podemos abrir nuestros corazones y mentes más allá de sus anteriores límites. Es un estado muy sensible, no agresivo y de final abierto.

Permanecer en esa agitación permanecer con el corazón roto, con el estómago revuelto, con el sentimiento de estar desvalido y queriendo venganza, ésa es la senda del verdadero despertar. Adherirse a esa incertidumbre, pillarle el truco a relajarse en medio del caos, aprender a no tener pánico: ésta es la senda espiritual.

Desarrollar la habilidad de pillarnos a nosotros mismos, de pillarnos bondadosa y compasivamente: ésta es la senda del guerrero. Pillarnos una y otra vez, nos guste o no, cada vez que estemos aferrándonos al resentimiento, a la amargura o a la justa indignación, y cada vez que estemos aferrándonos a lo que sea, incluso a la sensación de alivio o al sentimiento de estar inspirados.

Podemos pensar cada día en las agresiones que ocurren en el mundo, en todas partes. En
todos los lugares del mundo alguien golpea a su enemigo y el dolor va aumentando en una espiral infinita. Reflexionemos sobre este hecho cada día y preguntémonos: ¿Voy a añadir más agresividad al mundo?. Cada día, cuando las cosas llegan al límite, planteémonos la pregunta: ¿Voy a practicar la paz o voy a
ir a la guerra?

Cada día se nos dan muchas oportunidades de abrirnos o de cerrarnos

cualquier tipo de incomodidad nos suele parecer una mala noticia. Pero para los practicantes del camino o guerreros espirituales la gente que tiene cierto hambre de conocer la verdad los sentimientos como la decepción, la vergüenza, la irritación, el resentimiento, la ira, los celos y el miedo, en lugar de ser una mala noticia son en realidad momentos de gran claridad que nos enseñan dónde estamos pillados.

Nos enseñan a erguirnos y seguir adelante cuando preferiríamos colapsar y retirarnos. Son como mensajeros que nos muestran, con una claridad terrorífica, el lugar exacto donde estamos atascados. Este mismo momento es el profesor perfecto y, por fortuna, está con nosotros allí donde estemos.

Podemos considerar que los sucesos y las personas que activan los asuntos irresueltos de nuestra vida son una buena nueva. No tenemos que ir en busca de nada, no tenemos que tratar de crear situaciones para llegar al límite; ya ocurren por sí mismas con la regularidad propia de un mecanismo de relojería.

Cada día se nos dan muchas oportunidades de abrirnos o de cerrarnos. La oportunidad más preciosa se presenta cuando llegamos a ese lugar donde pensamos que no podemos con lo que está pasando, que es demasiado, que las cosas han ido demasiado lejos. Nos sentimos mal con nosotros mismos pero no tenemos forma de manipular la situación para preservar nuestra autoimagen; por mucho que lo intentemos, simplemente no funciona. Básicamente, lo que ha ocurrido es que la vida nos tiene clavados.

La meditación permite ver con claridad nuestros pensamientos y emociones

La meditación es una invitación a notar el momento en el que llegamos al límite y a no dejarnos arrastrar por la esperanza o por el miedo. A través de la meditación podemos ver con claridad lo que está ocurriendo con nuestros pensamientos y emociones, y también podemos dejarlos ir.

Lo bueno de la meditación es que, aunque nos cerremos, ya no podemos cerrarnos de manera ignorante, porque vemos claramente que lo estamos haciendo y este mismo hecho empieza a iluminar la oscuridad de la ignorancia. Podemos ver cómo corremos, nos ocultamos y nos mantenemos ocupados para no tener que dejar que nos penetren el corazón. Por otra parte, la meditación también nos permite encontrarla forma de abrirnos y relajarnos.

Básicamente, la decepción, la vergüenza y todos los demás espacios emocionales donde no podemos sentirnos bien son una especie de muerte. Hemos perdido completamente nuestra base, el lugar al que aferramos; somos incapaces de mantenerlo en su sitio y de sentirnos por encima de las cosas. En lugar de darnos cuenta de que la muerte es necesaria para que exista el nacimiento, nos limitamos a luchar contra el miedo a la muerte.

No se le puede dar mucho espacio a los pensamientos

A veces nos sentimos culpables y otras arrogantes, a veces nuestros pensamientos y recuerdos nos aterrorizan y nos hacen sentirnos totalmente desgraciados. Los pensamientos pasan por nuestra mente continuamente y, cuando nos sentamos, les damos mucho espacio para que puedan surgir. Damos espacio para que aparezcan todos nuestros pensamientos, como nubes en el ancho cielo u olas en el vasto océano.

Si uno de estos pensamientos se queda con nosotros y nos barre, sea agradable o desagradable, la instrucción es etiquetarlo de «pensamiento» con toda la apertura y la bondad que podamos reunir, y dejar que desaparezca en la enormidad del cielo. Las nubes y las olas vuelven a surgir inmediatamente, pero eso no es ningún problema. Simplemente las reconocemos una y otra vez con amistad incondicional, poniéndoles la etiqueta de pensamiento y dejándolas pasar una y otra vez.

A veces, la gente emplea la meditación para tratar de evitar sentimientos desagradables y pensamientos que les alteran. Podríamos tratar de usar la etiqueta para librarnos de lo que nos molesta, y si conectamos con algo agradable o inspirador, podríamos pensar que ya lo tenemos y tratar de quedarnos en esa paz y armonía donde no hay nada que temer.

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