
La riqueza, como el árbol, nace de una semilla. La primera moneda que ahorres será la semilla que hará crecer el árbol de tu riqueza. Cuanto antes plantes tu semilla, antes crecerá el árbol. Cuanto más fielmente riegues y abones tu árbol, antes te refrescarás, satisfecho, bajo su sombra.
El primer método para llenar los bolsillos es: de cada diez monedas que ganes y guardes en tu bolsa, retira solo nueve para gastar. Tu bolsa empezará a abultarse rápidamente, aumentará el peso de las monedas y sentirás una agradable sensación cuando la peses.
No confundas tus gastos obligatorios con tus deseos. Todos ustedes y sus familias tienen más deseos de los que pueden satisfacer. Usan el dinero para satisfacer, dentro de unos límites, estos deseos, pero todavía les quedan muchos sin cumplir. Todos los hombres se debaten contra más deseos de los que puede realizar.
Les digo esto para que comprendan que los deseos germinan libremente en el espíritu del hombre, cada vez que hay una posibilidad de satisfacerlos. De la misma manera que las malas hierbas crecen en el campo cuando el labrador les deja un espacio. Los deseos son muchos, pero los que se pueden satisfacer, pocos.
Escriban en una hoja todas las cosas que causen gastos. Elijan los gastos que son obligatorios y los que están dentro de los límites de los nueve decimos de sus ingresos. Olviden el resto y considérenlo sin pesar como parte de la multitud de deseos que deben quedar sin satisfacción. Establezcan una lista de gastos obligatorios. No toquen la décima parte destinada a engrosar su bolsa, hagan que sea su gran deseo y que se vaya cumpliendo poco a poco. Que el presupuesto sea su primer instrumento en el control de los gastos de su creciente fortuna.
Cada moneda de oro que ahorras es un esclavo que trabaja para ti. Cada una de las pequeñas monedas que te proporcionara esta, engendrara otras que también trabajaran para ti. ¡Si te quieres hacer rico, tus ahorros te deben rendir, y estos rendimientos rendirte a su vez! Todo esto te ayudara a conseguir la abundancia de que estas ávido.
Una parte de lo que tú ganas es tuyo y lo puedes conservar. No debe ser menos de una décima parte, sea cual sea la cantidad que tú ganes. Puede ser mucho más cuando te lo puedas permitir. Primero págate a ti. No compres al zapatero o al sastre más de lo que puedas pagar con lo que te quede, de modo que tengas suficiente para la alimentación, la caridad y la devoción a los dioses.
Te comes los beneficios de tus ahorros. Así, ¿cómo quieres que trabajen para ti? ¿Como pueden producir a su vez más beneficios que trabajen para ti? Procúrate primero un ejército de esclavos de oro, y después podrás gozar de los banquetes sin preocuparte.

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