Edward camina pausadamente por su amada campiña galesa. No se recuerda bien si deambulaba por un lecho de mostazas, si fue la impaciencia. O la rosa silvestre las causantes de su relámpago interno, pero en ese amanecer. Edward contempló el prodigio que desde su silencio realiza la naturaleza todos los días.
Sintió la alquimia de los cuatro elementos al deslumbrar una gota de rocío depositada en el pétalo de una flor inundada de sol; y ya nada fue igual. Quizá ésta podría ser una descripción del momento cumbre en el que Edward Bach intuye el principio energético que le llevaría a elaborar esencias de flores y de esta forma redescubrir para el mundo moderno una energía sutil y poderosa que culturas como la inca o la celta, y filosofías como la taoísta, conocieron y manejaron.
Mas esto no hubiera sido posible sin su extraordinaria sensibilidad y su precoz y profunda consagración al servicio de la humanidad. 1886. Este hecho y su prematura toma de conciencia del dolor y la enfermedad, le ayudó, de un lado, a ser receptivo y sensible al mundo vegetal y a la naturaleza, y de otro, tomar muy tempranamente la decisión de estudiar medicina.
Cursa estudios en Londres y practica la medicina ortodoxa hasta el año 1919; pero a partir de ese año, y ante su incertidumbre en ir a la causa profunda de la enfermedad por esa vía, adopta posiciones más naturistas y comienza a practicar la homeopatía, la inmunología y la bacteriología.
En ese tiempo prepara homeopáticamente flores como la mostaza y la impaciencia, obteniendo muy buenos resultados en su utilización. Durante todos estos años, Edward Bach no para de buscar dónde está el “quid” de la enfermedad, del dolor.
Conoce a Rudolf Steiner y asiste a las conferencias que éste pronuncia en Londres. Y en las que refiere el gran poder de curación de las flores, sobre todo a nivel espiritual, y que aún estaba por descubrir.
Edward Bach muere en noviembre de 1936, con la certeza no sólo de haber aportado un sistema inofensivo de manejo. Operativo y eficaz frente a la enfermedad, sino todo un método para el trabajo de crecimiento personal y liberación de la consciencia.
Los elixires florales no actúan de forma sintomática y parcelaria, sino que lo hacen de forma global y holográmica. Liberando los patrones de conducta y de pensamiento erróneos y posiblemente conducentes a desequilibrios sutiles, pero poderosos en el devenir de la enfermedad.
Desde su muerte han surgido nuevos investigadores y nuevas esencias, pero sin duda a él le corresponde el honor de ser el primero. El ermitaño que alumbró en nuestro tiempo una nueva forma de entender la vida, la enfermedad y la luz que de todo ello puede desprenderse.