Mucha gente dice: ¡la vida es corta, hay que disfrutarla al máximo! Por supuesto, disfrutar de la vida, sí, claro, pero recordemos que hay leyes que entran en juego en nuestra vida si nos equivocamos demasiado.
Vida sin preocupaciones, Hakuna Matata, ¿recuerdas, El Rey León? Bueno, cada nuevo día, es una oportunidad para mejorar. Hay miles de libros inspiradores en el mercado que dicen más o menos lo mismo: cambia tu forma de pensar, ten grandes metas, no seas perezoso, trabaja duro por tus ideales, piensa positivo etc. Habrán leído alguno, ¿verdad?
Nuestro principal objetivo es ser mejores personas cada día, aprender a ser felices con lo mucho o poco que tenemos. Creo que todos hemos visto a personas a nuestro alrededor que quieren algo, pero no lo valoran después de conseguirlo. A esto se le llama desagradecimiento, y se estancará. Tienes que practicar el poder de la gratitud.
Tenemos muchas formas y oportunidades de agradecer: por lo aprendido, por la vida, las cosas buenas, la belleza, la naturaleza, la familia, amigos, la salud, el trabajo Y el amor. Es imposible no estar agradecido por algo o alguien en nuestra vida.
El Dalai Lama les dijo una vez a unas mujeres: en esta vida somos pasajeros, muchos de los que nacen están destinados a morir al poco tiempo, víctimas de enfermedades y otros desastres, otros quizá están destinados a vivir hasta 100 años y experimentar muchas experiencias, Pero lo que realmente importa es que todos los que estamos vivos encontremos nuestro propósito en la vida.
¿Y cuál es el propósito de nuestra vida? El propósito de nuestra existencia es buscar la felicidad. Esta afirmación parece dictada por el sentido común, y muchos pensadores occidentales han estado de acuerdo con ella.
¿Acaso una vida basada en la búsqueda de la felicidad personal no es, por naturaleza, egoísta e incluso poco juiciosa? No necesariamente. De hecho, muchas investigaciones han demostrado que son las personas desdichadas las que tienden a estar más centradas en sí mismas; son a menudo retraídas, melancólicas e incluso propensas a la enemistad.
Las personas felices, por el contrario, son generalmente más sociables, flexibles y creativas, más capaces de tolerar las frustraciones cotidianas y, lo que es más importante, son más cariñosas y compasivas que las personas desdichadas.
