La emoción que impulsa a llevar una noble vida, sólo se aprovecha a medias, si la clara luz de la inteligencia no ilumina la senda de conducta; pues. Así como el ciego se sale del camino sin saberlo hasta que cae en un pozo, así la persona por la ignorancia se aparta del camino de la vida recta hasta que cae en el abismo del mal obrar. Es la filosofía del buen pensamiento.
Al estudiar la naturaleza del hombre, separamos al Hombre de los vehículos que usa, el Yo viviente, de las vestiduras con que está envuelto. El Yo es uno, por variados que sean sus modos de manifestación al funcionar a través y por medio de las diferentes clases de materia.
La conciencia es una unidad, y las divisiones que hacemos en ella, o son hechas con propósito de estudio, o son ilusiones debidas a las limitaciones de nuestro poder de percepción causadas por los órganos por cuyo medio funciona en los mundos inferiores.
En filosofía hay dos extremos que debemos evitar, porque cada uno de ellos ignora un lado de la vida manifestada. Uno considera todo como conciencia, ignorando la esencialidad de la forma para condicionar la conciencia, para hacerla posible. El otro considera todo como forma, ignorando el hecho de que la forma sólo puede existir en virtud de la vida que la anima.
Una filosofía que trate de explicarlo todo por medio de la forma, ignorando la vida, encontrará problemas que le será imposible resolver. Una filosofía que trate de explicarlo todo por medio de la vida ignorando las formas, se encontrará con muros espesos que no podrá franquear.
Los pensamientos débiles y vacilantes de la mayor parte de la gente sólo causan trémulas vibraciones en la atmósfera del pensamiento. Por estar dotadas de la más íntima vitalidad, y aparecen y desaparecen a cada minuto sin construir formas definidas.
Dondequiera que una inteligencia pura y buena, trabaja para ayudar al mundo, difundiendo pensamientos nobles y elevados. Allí se lleva a efecto un servicio definido para el hombre, y el pensador solitario se convierte en uno de los que elevan al mundo.
No podemos impedir el pensar hasta cierto punto, por débiles que sean las corrientes de pensamiento que engendremos. Tenemos que afectar a los que nos rodean queramos o no; lo único que tenemos que decidir es si lo hacemos en sentido beneficioso o dañino, débil o fuerte. No podemos impedir que los pensamientos de otros toquen nuestras mentes; sólo podemos elegir cuáles debemos recibir y cuáles rechazar.
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