Libro El Fenómeno humano, PDF – Teilhard De Chardin

Libro El Fenómeno humano, PDF - Teilhard De Chardin

La inteligencia es algo maravilloso, un don de DIOS, este libro: El fenómeno humano; es un libro bastante exigente, no esta escrito para leerse a la ligera, en cambio, hay que dedicarle tiempo, para así entender su valioso contenido.

El Hombre, centro de perspectiva es al propio tiempo, centro e construcción del Universo. Por conveniencia tanto como por necesidad es, pues, hacia él hacia donde hay que orientar finalmente toda Ciencia. Si realmente ver es ser más, miremos al Hombre y viviremos más intensamente.

Desde que existe el Hombre se ofrece como espectáculo a sí mismo. De hecho, desde hace algunas decenas de siglos, no hace otra cosa que autocontemplarse. Y ello no obstante, apenas si empieza a adquirir con ello una visión científica de su propia significación en la Física del Mundo.

Ha llegado el momento de darse cuenta, de que toda interpretación, incluso positivista, del Universo debe; para ser satisfactoria, abarcar tanto el interior como el exterior de las cosas lo mismo el Espíritu que la Materia.

La verdadera Física será aquella que llegue algún día a integrar al Hombre total dentro de una representación coherente del mundo.

No hay necesidad de ser hombre para percibir los objetos y las fuerzas dispuestos circularmente alrededor de uno mismo. Todos los animales lo hacen tanto como lo hacemos nosotros. Pero es peculiar al Hombre ocupar en la Naturaleza una posición tal, que esta convergencia de líneas resulta ser no sólo visual, sino estructural.

No debemos extrañarnos demasiado de este lento despertar. Nada resulta tan difícil a menudo de percibir como aquello que debería «saltarnos a la vista». ¿No le es necesaria al niño una educación especial para aislar las imágenes que asaltan su retina recién abierta al mundo que le rodea? 

La necesidad del hombre de tener ciertos sentidos

Para descubrirse a sí mismo hasta el fin, el Hombre tenía necesidad de toda una serie de sentidos; cuya gradual adquisición, según diremos, llena y marca los hitos de la historia misma de las luchas del Espíritu.

Sentido de la inmensidad espacial, tanto en lo grande como en lo pequeño, que desarticule y espacie; en el interior de una esfera de radio indefinido, los círculos de objetos que se comprimen a nuestro alrededor: 

Sentido de la profundidad, que relegue de una manera laboriosa, a lo largo de series ilimitadas, sobre unas distancias temporalmente desmesuradas; los acontecimientos que una especie de gravedad tiende de manera continua a comprimir para nosotros en una fina hoja de pasado. 

Sentido del número, que descubra y aprecie sin pestañear la multitud enloquecedora de elementos materiales; o vivientes que se hallan comprometidos en la más pequeña de las transformaciones del Universo. 

Sentido de la proporción, que establezca en lo posible la diferencia de escala física que separa, tanto en dimensiones como en ritmos; el átomo de la nebulosa, lo ínfimo de lo inmenso. 

Sentido de la cualidad o de la novedad, que puede llegar, sin romper la unidad física del Mundo; a distinguir en la Naturaleza unos estadios absolutos de perfección y de crecimiento. 

Sentido del movimiento, capaz de percibir los irresistibles desarrollos ocultos, en las mayores lentitudes la agitación extrema, disimulada bajo un velo de reposo; lo completamente novedoso, deslizándose hacia el centro mismo de la repetición monótona de las mismas cosas. 

Sentido de lo orgánico, finalmente, que descubra las interrelaciones físicas y la unidad estructural bajo la superficial yuxtaposición de las sucesiones y de las colectividades.

Descubrimiento del objeto humano

Una vez que la Humanidad haya reconocido que su función primera es la de penetrar, de unificar de manera intelectual, y de captar; para comprender y dominar aún más las energías que la rodean, ya no habrá ningún peligro para ella de chocar contra un límite exterior de sus desarrollos. 

Un mercado comercial puede llegar a saturarse. Algún día, si no los sustituimos por otra cosa nueva, acabaremos por vaciar nuestras minas y nuestros pozos de petróleo. 

De manera aparente, nada en la Tierra puede ser capaz de saturar nuestra necesidad de saber ni de agotar nuestro poder de invención. 

Esto, no obstante, no significa que la Ciencia deba propagarse de manera indiferente hacia todas las direcciones de una manera simultánea, como una onda en un medio isótropo. 

El Hombre objeto de conocimiento

Cuanto más se mira, más se ve. Pero también se ve más hacia dónde hay que mirar. Si la Vida pudo avanzar fue porque, a fuerza de tanteos, pudo hallar sucesivamente los puntos de menor resistencia, en los que lo Real cedió bajo su esfuerzo.

Paralelamente, si mañana la Investigación debe progresar, ello habrá de ser de una manera amplia, a base de localizar las zonas centrales, las zonas sensibles, las zonas vivas, cuya conquista asegurará sin esfuerzo el dominio de todo el conjunto.

A partir de este punto de vista se puede predecir que si vamos en realidad hacia una era humana de la Ciencia, esta era será eminentemente una era de la Ciencia humana: el Hombre conocedor, dándose cuenta, por fin, de que el Hombre, «objeto de conocimiento», es la clave de toda Ciencia de la Naturaleza.

Hasta ahora, sea por prejuicio, sea por temor, la Ciencia ha dado continuamente vueltas alrededor del objeto humano, sin atreverse a abordarlo cara a cara. 

Nuestra alma es muy sutil y compleja

En cuanto a su materialidad, nuestro cuerpo parece tan insignificante, tan accidental, tan transitorio, tan frágil… ¿Para qué ocuparse de él? 

Y, en cambio, desde el punto de vista psicológico, ¡nuestra alma es increíblemente sutil y compleja! ¿Cómo podemos concordar con un mundo de leyes y de fórmulas?…

Ahora bien: cuanto más nos esforzamos para evitar al Hombre en nuestras teorías, tanto más se van cerrando los círculos que describimos a su alrededor, de la misma manera que si estuviéramos atrapados dentro de su torbellino. 

La Física, llevada al extremo de sus análisis, ya no sabe si maneja energía pura o si, por el contrario, lo que tiene en sus manos no es más que Pensamiento. Al término mismo de sus construcciones, la Biología, si realmente obedece a la lógica de sus descubrimientos, se ve conducida a reconocer, en la asociación de los seres pensantes, la forma terminal, en la actualidad, de las construcciones de la Evolución. 

El Hombre en la base, el Hombre en la cumbre y el Hombre en el centro sobre todo; el que vive, se expande, lucha tan terriblemente en nosotras y alrededor de nosotros. Realmente terminaremos por tener que ocuparnos de él. 

Lo que para la Ciencia representa el valor único del objeto humano es:

1), el de representar, individual y socialmente, el estado más sintético bajo el cual nos es accesible la Trama del Universo.

2), correlativamente, el de ser el punto actualmente más móvil de esta Trama en curso de transformación.  

Potencial de crecimiento

La renovación de los puntos de vista cósmicos que caracterizan el «espíritu moderno» ha resultado ser, para la casi totalidad de las antiguas religiones, una crisis de la que si no están ya muertas, se puede predecir que nunca podrán ya levantarse. Estrechamente unidas a mitos insostenibles, encarriladas hacia una mística de pesimismo y de pasividad, les resulta imposible ajustarse, sea a las precisas inmensidades, sea a las exigencias constructivas del Espacio-Tiempo. No pueden ya doblegarse a las condiciones de nuestra Ciencia y de nuestra Acción.

Ahora bien: el Cristianismo, que pudo de primera intención creerse afectado por el choque que hizo desaparecer rápidamente a sus rivales, presenta, por el contrario, todos los síntomas de rebotar hacia adelante. 

Y ello debido al hecho mismo, de que ante las nuevas dimensiones que el Universo ha cobrado ante nuestros ojos, se descubre, a la vez; como más vigoroso para sí y como más necesario al Mundo de la que nunca estuvo.

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