De la guerra, Karl von Clausewitz, PDF

Karl von Clausewitz, De la guerra, PDF

El autor de este libro. Karl von Clausewitz veía la guerra como una actividad política de alto vuelo, sin ignorar la brutalidad y el derramamiento de sangre que provocaba.

Consideraba que todos los recursos de una nación deben ponerse al servicio de la guerra cuando se decide su ejecución. Y pensaba que la guerra, una vez iniciada, no debe detenerse hasta desarmar y abatir al enemigo.

Podríamos representar la guerra como dos luchadores, cada uno de los cuales trata de imponer al otro su voluntad, por medio de la fuerza física.

Su único propósito es abatir al adversario e incapacitarlo para que no pueda proseguir su resistencia. La guerra constituye, por tanto, un acto de fuerza que se lleva a cabo para obligar al adversario a acatar nuestra voluntad.

Para estar seguros de alcanzar este objetivo, tenemos que desarmar al enemigo, y este desarme constituye por definición, el propósito específico de la acción militar. Reemplaza al objetivo y en cierto sentido prescinde de él como si no formara parte de la propia guerra.

En temas tan peligrosos como es el de la guerra, las falsas ideas surgidas del sentimentalismo son precisamente las peores.

No se puede introducir un principio modificador sin acabar cayendo en el absurdo. Si las guerras entre naciones civilizadas, son presuntamente menos crueles y destructoras. La razón estriba en la condición social de los Estados.

En las luchas entre los hombres intervienen en realidad dos elementos dispares: el
sentimiento hostil y la intención hostil. Es inconcebible que un odio salvaje, casi instintivo, exista sin una intención hostil.

Mientras que se dan casos de intenciones hostiles que no van acompañados de ninguna hostilidad o, por lo menos, de ningún sentimiento hostil que predomine.

Vemos, pues, cuán lejos nos hallaríamos de la verdad si atribuyéramos la guerra entre hombres civilizados a actos puramente racionales de sus gobiernos.

Si concibiésemos aquélla como un acto libre de todo apasionamiento. De tal modo que en definitiva no tendría que ser necesaria la existencia física de los ejércitos.

Si constatamos que los pueblos civilizados, no liquidan a sus prisioneros, no saquean las ciudades, ni arrasan los campos. Ello se debe a que la inteligencia desempeña un papel importante en la conducción de la guerra. Y les ha enseñado a aquéllos a aplicar su fuerza recurriendo a medios más eficaces que los que pueden representar esas brutales manifestaciones del instinto.

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