
La idea que pretende alcanzar el presente trabajo hace referencia a la
importancia de cultivar nuestros afectos y nuestras relaciones con los demás, pues
tal y como veremos, la melancolía y el amor, O, mejor dicho, el alejamiento de éste,
guardan una estrecha relación.
Las tasas de prevalencia de la depresión en la población no dejan de aumentar, pero la causa por la cual una persona desarrolla el trastorno, a pesar de las múltiples hipótesis existentes, todavía sigue siendo desconocida.
Los servicios médicos se afanan por intentar reducir la sintomatología observable, para conseguir que pronto la persona recupere su vida social y laboral.
Una de las cuestiones más reconocidas y manifestadas por la mayoría de los pacientes melancólicos es la imposibilidad que se siente frente al amor. Parece hacerse obvia la existencia de una correlación entre la capacidad de querer y de reconocerse como querido, y la depresión.
Sean cuales sean los motivos de este notable crecimiento y del gran aumento de las tasas de prevalencia, la depresión nos la encontramos en todas partes, en nuestro entorno familiar, en las amistades, conocidos, en las historias o rumores del día a día, en el arte y en las distintas formas de cultura, e incluso también, en nuestros pensamientos o miedos más pesimistas.
Cierto es que a pesar de existir múltiples teorías explicativas acerca de este aumento de la depresión, todavía hoy desconocemos, a ciencia cierta. Los motivos por los cuales esta enfermedad se encuentra tan presente.
Sin embargo, cabe apuntar que, en los últimos tiempos, se han producido toda una serie de cambios sociales muy significativos. Como pueden ser la quiebra de las estructuras tradicionales de la familia.
La pérdida de las creencias religiosas que daban sentido a la existencia, la recreación de la vida en solitario. El ritmo de vida, la globalización, el aumento de la información o quizá la presencia Tecnologica.
Tal vez por todo ello, es importante que cuestionemos las consecuencias que puede acarrear esta contaminación socioafectiva. En la que nos vemos inmersos y que nos acecha constantemente de distintas formas, en nuestras vidas.
Quizá, si nos ocupamos de nuestros apegos, de nuestro amor vivido y compartido con los demás, y con nosotros mismos. Cómo nos ocupamos de trabajar o de comer, estaríamos fomentando una vida afectiva saludable, reduciendo así, la vulnerabilidad a padecer la depresión…



