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El amor corriente no es más que una máscara tras la que se oculta algo más. El amor auténtico es un fenómeno completamente diferente. El amor corriente es una demanda; el amor auténtico es compartir: no conoce el pedir; conoce la alegría de dar.

El amor corriente pretende muchas cosas. El amor auténtico no es pretencioso; simplemente, es. El amor corriente es casi enfermizo, empalagoso, afectado, lo que llamas «amorcito» Es enfermizo, es como una especie de malestar. El amor auténtico es un alimento, refuerza tu alma. El amor corriente alimenta tu ego; no tu yo real, sino tu falso yo. Lo falso sólo alimenta lo falso, recuerda, y lo real, lo real.

Conviértete en siervo del amor auténtico; esto significa convertirse en siervo del amor en su más extrema pureza. Da, comparte aquello que tienes; comparte y disfruta el hecho de compartir. No lo hagas como si fuera un deber, porque entonces perderá toda la alegría.

Tampoco sientas que estás complaciendo al otro; nunca, ni por un instante. El amor nunca complace.De hecho, por el contrario, cuando alguien recibe tu amor, tú eres el que te sientes complacido. El amor se siente agradecido de haber sido recibido.

El amor nunca espera ser recompensado; ni siquiera que le den las gracias. Si llega el agradecimiento de la otra parte, el amor siempre se sorprende; pero es una sorpresa dichosa, porque no había expectativas.

No puedes frustrar el amor auténtico, porque no va precedido de expectativas. Y no puedes saciar el falso amor; porque está tan basado en la expectativa que cualquier cosa que se haga se queda corta. Tiene demasiadas expectativas; nadie puede cumplirlas. Por tanto, el falso amor produce siempre frustración, y el amor auténtico, realización.

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