La vivencia humana está llena de imprevisibles y paradojas, alegrías y penas, éxitos y fracasos. No se puede escapar de ninguna de estas vivencias en el amplio terreno de nuestra existencia, forman parte de lo que hace grande la vida y también por eso la mente nos lleva a semejante galope.
Hay numerosas maneras de trabajar con la mente y una de las más eficaces es la herramienta de la meditación sentada, que nos abre a todos y cada uno de los instantes de la vida. Cada instante es totalmente excepcional y desconocido.
La meditación nos enseña a relacionarnos directamente con la vida para poder experimentar de verdad el momento presente, libre de cobertura conceptual. No meditamos para estar cómodos o, mejor dicho, no meditamos para sentirnos bien siempre, todo el tiempo.
Más bien, la meditación nos ofrece la oportunidad de tener una atención abierta y compasiva hacia cualquier cosa que ocurra. Los pensamientos y las emociones pueden volverse en la meditación, como nubes que se quedan y luego se van. Lo bueno y cómodo, lo placentero y difícil y doloroso, todo llega y se va.
Una vivencia común del meditador, en un día corriente o en un retiro corriente, es la experiencia del aburrimiento, el desasosiego. Una espalda que duele, dolor en las rodillas, e incluso la mente puede doler, o sea que muchas vivencias de no sentirse bien.
En cambio, la meditación consiste en una apertura compasiva. Y la capacidad de estar consigo y con la situación personal a través de todo tipo de experiencias. En la meditación se está abierto a cualquier cosa que la vida presente, se trata de tocar la tierra y regresar a estar exactamente ahí.
Es abrir el corazón y la mente a las dificultades y las alegrías de la vida, tal como es. Y los frutos de este tipo de meditación son ilimitados. Al meditar alimentamos cinco características que empiezan a aparecer a lo largo de los meses y años de práctica.
5 razones para meditar por Pema Chödrön.
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